viernes, 25 de octubre de 2013

SER DOCENTE (I) Miguel Ángel Santos Guerra

El gran magistrado Pericles, cuya personalidad marcó todo el siglo V antes de Cristo, hasta el punto de conocerse a éste como Siglo de Pericles, entendió de forma cabal la misión del maestro como forjador de la personalidad y la conciencia de los pueblos.
En cierta ocasión, mandó reunir a todos los genios y artistas que habían contribuido a engrandecer Atenas. Fueron llegando los arquitectos, loas ingenieros, los escultores, los guerreros que defendieron la ciudad, los filósofos que propusieron nuevos sentidos a la vida… Estaban todos allí, desde el matemático que descubría en el número el sentido helénico de la exactitud hasta el astrónomo que se asomaba al universo para contemplar la armonía de las estrellas. Pericles cayó en la cuenta de una ausencia notable: faltaban los pedagogos, personas muy modestas que se encargaban de llevar a los niños por el camino del aprendizaje.
-           ¿Dónde están los pedagogos Preguntó Pericles. No los veo por ninguna parte. Vayan a buscarlos.
Cuando, por fin, llegaron los pedagogos, habló Pericles:
- Aquí se encontraban los que, con su esfuerzo, embellecen y protegen a la ciudad. Pero faltaban ustedes, que tienen la misión más importante y elevada de todas: la de transformar y embellecer el alma de los atenienses.


1.     SER DOCENTE ES DIFÍCIL

Porque, inmerso en la cultura neoliberal donde prevalecen  el individualismo, la competitividad, el eficientismo y el consumo, el docente se dedica a cultivar la solidaridad, el saber, el respeto, la dignidad y la compasión con los más débiles.
Porque trabaja en contextos adversos proponiendo modelos por la vía de la argumentación que otros combaten  con modelos presentados por la vía de la seducción.
Porque desarrolla una tarea de enorme dificultad como es hacer amar el conocimiento en una sociedad obsesiona con el dinero, el poder, el placer y la fama.
Porque la presión social es cada día mayor, esperándose de él y exigiéndole incluso, que responda a todas las necesidades de formación: para la paz, para el consumo, para la imagen, para la seguridad vial, para la convivencia, para el medio ambiente, para los valores…Con parecida formación y por el mismo sueldo.
Porque frente a especuladores, demagogos, mercaderes y tiranos, el docente está del lado de la verdad, del amor y de la libertad.
Porque su tarea es cada día más compleja ya que los alumnos y alumnas tienen distractores muy potentes en los medios de comunicación, en internet,  en la calle, en la discoteca, en las drogas,  en el alcohol, en la delincuencia, en los viajes……
Porque a veces tienen que tratar de enseñar a quienes de ninguna manera desean aprender ni dejar, a cualquier precio,  que otros aprendan.
Porque, en la era digital, tienen que tener en cuenta que el conicimiento está fragmentado y disperso en múlptiples sitios.
Porque algunas familias entienden que el deber de los docentes, es hacer toda la tarea que ellas no pueden, o no saben, o no quieren hacer en las casas.
Porque algunos padres y madres han perdido el rumbo y se han convertido en jueces, policías, espías o en verdugos de los docentes.


2.     SER DOCENTE ES COMPELJO

Porque su tarea es enormemente paradójica, ya que consiste en  ayudar a que otros aprendan por sí mismos a pensar y a convivir. De que sean aprendices crónicos y autónomos. Dice Holderlin que los educadores forman a sus educandos como los océanos forman a los continentes: retirándose.
Porque en la sociedad de la información, en la que todo el mundo sabe que quien tiene información tiene poder,  ellos y ellas se dedican a compartir generosamente el conocimiento que poseen.
Porque para realizar esa compleja y sublime misión, la más delicada que se le ha encomendado al ser humano en la historia, recibe una preparación breve, retórica, y masificada.
Porque trabajan en instituciones cada día más complejas en las que existe disputa ideológica, presión social, regulación asfixiante y espacios incongruentes. “Los profesores son personas encantadoras que trabajan en lugares horribles”, dice Popkewitz.
Porque su excelsa profesión no está suficientemente valorada por los agentes sociales y por la ciudadanía en general. “Aquí el que sabe hace y el que no sabe enseña”, decía Bernard Show.

Escribe Manuel Rivas: “Mucha gente todavía considera que los maestros de hoy viven como marqueses y que se quejan de vicio, quizá por la idea de que trabajar para el Estado es una especie de bicoca perfecta. Pero si a mí me dan a escoger entre una expedición “Al filo de lo imposible” y un jardín de infancia, lo tengo claro. Me voy al Everest por el lado más duro. Ser enseñante no solamente requiere una cualificación académica. Un buen profesor o maestro tiene que tener el carisma del Presidente del Gobierno, lo que ciertamente está a su alcance; la autoridad de un conserje, lo que ya resulta más difícil y las habilidades combinadas de un psicólogo, un payaso, un disc jockey, un pinche de cocina, un puericultor, un maestro budista y un comandante de la Kfor. Conozco a una profesora que sólo desarmó a sus alumnos cuando demostró tener unos conocimientos futbolísticos inusuales, lo que le permitió abordar con éxito la evolución de las especies”.
Porque cada curso van sumando un año mientras sus alumnos y alumnas se mantienen en la misma edad que siempre han tenido, debiendo superar desajustes generacionales  problemáticos.
Porque cada año, después de aprender a querer a sus alumnos y a ser querido por ellos, debe separarse de todos para empezar de nuevo el proceso de la conquista afectiva de otro grupo diferente.
Porque los conocimientos se multiplican vertiginosamente y él tiene el deber de estar al día o, incluso, en el día de mañana.


Continuará...

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